Nada garantiza que los dos grandes desafíos vayan de la mano. Si lo hacen, se retroalimentarán y fortalecerán; en caso contrario, el resultado puede ser catastrófico
Dos grandes tendencias marcan nuestro tiempo: la transición ecológica y la revolución digital. Tanto es así, que cuando la Unión Europea decidió crecer tras la pandemia, con esa demostración de fuerza que es el programa de Recuperación, Transformación y Resiliencia, lo hizo apostando por una modernización económica entendida como la suma de digitalizar y reverdecer. Nada garantiza, sin embargo, que ambas vayan de la mano. Si lo hacen, se retroalimentarán y fortalecerán; en caso contrario, el resultado puede ser catastrófico.
Habitualmente, la digitalización ha sido considerada una aliada de la sostenibilidad en varios sentidos. En primer lugar, en la medida en que ayuda a desmaterializar y descarbonizar la economía, propiciando el cambio de productos por servicios, lo que abre, además, todo un campo nuevo de desarrollo económico. Por otro lado, la digitalización ayuda a tener más y mejor información, posibilitando así una administración más eficiente en múltiples campos, desde la gestión de la logística hasta la optimización del sistema energético, pasando, por ejemplo, por la movilidad o el desarrollo de las llamadas Smart Cities. La digitalización, es, además, un factor clave de la innovación, especialmente a través de mecanismos cooperativos como la inteligencia colectiva y la experimentación abierta, imprescindibles para seguir avanzando en sostenibilidad. No es extraño, por tanto, que lo digital y lo verde hayan sido considerados aliados.
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