El principal desafío al que se enfrenta un partido político es interpretar con acierto el momento concreto de la sociedad en la que actúa. La realidad es un bicho que nunca se está quieto y cambia permanentemente. A veces de forma visible; otras no tanto. Cuando en enero se empezó a comentar en algunos círculos la posibilidad de que pronto iban a llegar los indultos a los presos del procés, nadie dudó de que el Gobierno, si se atrevía a llevar a cabo tal operación, pagaría un enorme coste. Hoy vemos cómo el rechazo a esta medida va descendiendo y los que se quedan cada vez más solos son precisamente los que se oponen a ella, los más nacionalistas: los muy españoles, y los muy independentistas. ¿Qué ha pasado para que se haya producido semejante giro?
Los datos hablan por sí solos. Hace un mes la oposición a los indultos en el conjunto de España rozaba el 80%, y ahora ronda el 60%, veinte puntos menos. La recogida de firmas contra la medida, organizada por el Partido Popular, ha obtenido –según se reconoce incluso en Génova– unos resultados muy inferiores a los que lograron los conservadores en el año 2006 cuando pidieron adhesiones contra el Estatut. Por si fuera poco, esta semana se han pronunciado a favor de los indultos tanto los empresarios catalanes en unas jornadas del Cercle d’Economia de lo más relevantes, como sindicatos y patronal del conjunto de España. Hasta la Iglesia en Cataluña ha manifestado su acuerdo con la medida.
La envolvente hecha desde el Gobierno es evidente. A los primeros rumores sobre los indultos les siguió una actitud de prudencia y cautela por parte de los portavoces oficiales, acompañada de algo más que gestos del lado independentista. La carta de Oriol Junqueras y el encuentro de Aragonés con el rey en las jornadas del Cercle son elementos cargados de simbolismo. A la par, se empezaba a trabajar el apoyo tanto de sindicatos como de la patronal, y finalmente este lunes, Pedro Sánchez acude al Liceu, que no es un sitio cualquiera, a explicar a trescientos representantes de la sociedad civil su hoja de ruta.
Habrá quien diga que Aragonès saludó al rey pero evitó la foto, y que unas horas antes estaba en Waterloo con Puigdemont, y efectivamente así es. Aquí cada cual tiene que hacer sus equilibrios y abstenerse de mostrar excesos, ni en los acuerdos ni en… Seguir leyendo en infolibre.es