The Crown (La Corona) es una exitosa serie que dramatiza la vida de la reina Isabel II y el resto de la familia Windsor con una visión crítica y verosímil, cuyo documentado relato resulta a veces corrosivo. Resulta imposible imaginar que en España se hubiera llegado jamás a producir algo parecido sobre nuestros Borbones. Aquí la familia real ha sido, y sigue siendo, objeto de una protección inaudita que incluye la total inmunidad del correspondiente monarca, pero sobre todo una serie de tabúes que han impedido de manera sistemática la evolución razonable de una monarquía a priori parlamentaria, pero a la que algunos aún adjudican el derecho divino y un poder lindante con el absolutismo. Así, levantando un muro de silencio alrededor de Zarzuela, más que proteger a la Corona se ha conseguido aislarla de la realidad hasta el punto de que inmunidad se ha convertido en impunidad. Solo así se explican los desmanes económicos, financieros y de relaciones de todo tipo que poco a poco se van descubriendo.
Ahora, cuando la figura de Juan Carlos I se hunde de manera cada vez más rápida en un pantano de escándalos y revelaciones en diferido, pocos analistas dudan de que fue precisamente esa sobreprotección la causa de que el anterior rey dejase de lado todo principio ético y estético para hacer de su capa un sayo y acumular en secreto una fortuna personal cuyo rastro aparece ahora en paraísos fiscales, fundaciones instrumentales y presuntos testaferros.
Pese a todos los intentos de dotar a la monarquía española de privilegios excepcionales, la verdad va saliendo a la luz. Las recientes regularizaciones fiscales del actual rey emérito han probado que previamente engañó a la Agencia Tributaria ocultando ingresos que le llegaban a través de presuntas donaciones o regalos multimillonarios. La red de amigos y «donantes» –de la que han formado parte familiares, empresarios nacionales o extranjeros y gobernantes de la Arabia salafista– ha dejado de ser un secreto. Hay en marcha investigaciones oficiales en España y Suiza. Juan Carlos permanece en un hotel de lujo de Abu Dabi, no se sabe si desterrado, alejado o huido. Ya no hay manera de tapar semejante lío.
Es tan grande y tan evidente el escándalo, que la pretensión de que Felipe VI ha estado al margen de todo, ignorante o engañado, tampoco se sostiene. Las múltiples revelaciones sobre las andanzas de su real padre ponen de relieve que estas no fueron demasiado clandestinas, aunque fueran ocultadas a la opinión pública. Desde su ascenso al trono, el rey actual sabía que su progenitor era un sospechoso habitual. ¿Acaso no era ese el motivo por el que hubo de abdicar dejándole paso libre? No es posible en una monarquía, donde los cargos se heredan por relación familiar directa, inhibirse sin más explicaciones de… Seguir leyendo en infolibre.es