Que la guerra no nos sea indiferente ni nos haga olvidar el mayor desafío que tiene la humanidad: la crisis climática
Pocas cosas hay más disruptivas que una guerra. En Europa estamos entendiendo a marchas forzadas el enorme error que supone depender de fuentes de energía que además de contaminar nos hacen depender de amistades peligrosas. Un mes después del inicio de la invasión, se empiezan a concretar las primeras medidas para hacer frente a la inflación galopante mientras vamos asumiendo que ya somos más pobres.
La gran paradoja es que las medidas que se toman a corto plazo para parar los efectos económicos más inmediatos nos alejan de la ansiada autonomía estratégica. Es decir, la forma de abordar un problema a corto plazo nos aleja de su solución. Y lo peor es que en estos momentos es probable que no se pueda hacer otra cosa. Sigue leyendo en elpais.com