Poco que añadir a todo lo que ya se ha dicho estos días de los movimientos de placas en la izquierda. Pedro Sánchez ha recurrido a perfiles experimentados para proyectar una imagen de protección y confianza y engrasar la maquinaria para encarar las elecciones municipales y autonómicas del próximo año. Ione Belarra, con la destitución de Enrique Santiago como secretario de Estado de Agenda 2030, ha cerrado filas dando un puñetazo en la mesa de Yolanda Díaz.
Cuando el politólogo francés Bernard Manin desarrolló a mitad de los 90 su idea de la “democracia de audiencia” era difícil pensar que se llegaría a este extremo. Manin planteaba que en las democracias de audiencia el protagonista es la persona del candidato o candidata, en detrimento claro del programa y del propio partido. A través de los medios de comunicación, el candidato establece relación directa con el elector, siendo las cualidades personales uno de los factores críticos para decantar el voto. Así, la idea de que los partidos, con su posición ideológica diferenciada, elaboran un programa, eligen a sus candidatos, y la ciudadanía opta entre las distintas propuestas, declinaba en favor de una relación entre el electorado y el candidato a través de los medios. ¡Y eso que aún no existía Twitter!