Si es cierto eso de que Europa se construye a base de crisis, de esta saldrá fuerte, robusta y cohesionada, o sin futuro alguno. La geopolítica ha vuelto a primera línea reivindicando el papel estratégico que siempre tuvo.
En diciembre de 2019, Ursula Von der Leyen, recién elegida presidenta de la Comisión Europea, acudió a la cumbre del clima que se celebraba en Madrid para anunciar el Pacto Verde Europeo, la estrategia que aspiraba a trascender la política ambiental para convertirse en el modelo de desarrollo de una Europa que, escuchando a la ciencia, entendía que el único futuro posible pasaba por acelerar la transición ecológica.
Hoy comprobamos que todo el conocimiento sobre el clima generado a lo largo de décadas de estudio estaba en lo cierto. Con la incertidumbre inherente a la materia y conscientes de que, en buena medida, caminamos ya por terreno desconocido, tenemos evidencias palpables de que los peores escenarios se van a cumplir si no aceleramos las acciones destinadas a contrarrestarlos. Las olas de calor se encadenan con temperaturas récord en toda Europa, los incendios arrasan el continente, la sequía arrecia en todo el Sur, y ya se entiende, al fin, que la crisis climática empobrece y mata en especial a quienes menos tienen. Tensiones sociales, desigualdad, pobreza y movimientos migratorios son algunas de las consecuencias.
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