Lecciones de la batalla (III): Conmigo o contra mí
Es conocido el dicho de que la primera víctima de la guerra es la verdad. La novedad esta vez es que el asesinato de la verdad ha venido acompañado del espíritu crítico, el matiz y cualquier elemento que pueda hacer temblar el cierre de filas.
Las reacciones que ha suscitado el informe de Amnistía Internacional son un buen ejemplo. No seré yo quien valore, por falta evidente de conocimientos al respecto, si tal informe es riguroso o no, si existe suficiente solidez en los argumentos que da o si ha sido hecho con la debida diligencia. Sin embargo, llama poderosamente la atención las numerosas respuestas airadas que ha tenido. El argumento de base de muchas de estas reacciones es que Amnistía Internacional está confundiendo al agresor con el agredido. De lo que se deduce que, si esos mismos hechos hubieran sido cometidos por el otro lado, sí deberían ser objeto de crítica. El problema, por lo tanto, en este caso, no sería tanto cómo actúa el ejército ucraniano, sino que, por el hecho de ser Ucrania la víctima de la invasión, tiene carta blanca para todo.
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