Se dice que la gestión de los tiempos lo es todo en política. Quizá por eso sorprendió tanto que fuera el propio Partido Popular quien decidiera dilatar en más de un mes la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo en la que, previsiblemente, saldrá derrotado. Hubo quien pensó que así permanecía en el imaginario español la ficción de un posible gobierno del PP, y no faltaron quienes vieron en este manejo de los tiempos un intento de ir laminando las posibilidades de Pedro Sánchez de llegar a un acuerdo con otras fuerzas políticas a fuerza de evidenciar, portada tras portada, las cesiones, contradicciones, desacuerdos entre socialistas, etc.
La primera hipótesis se desvaneció en menos de una semana, cuando todos los partidos, a excepción de UPN y CC, ratificaron su negativa a acordar nada con un Partido Popular que llegaba del brazo de Vox. Una especie de cordón sanitario a la española; es decir, que no sólo aísla a la ultraderecha, sino a quien la acompaña.
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