El resultado electoral no es una broma del azaroso destino, ni una maldición caída del cielo, ni un regalo de los dioses. El resultado electoral lo decide el conjunto de la ciudadanía con derecho a voto; lo determinan quienes acuden a las urnas y quienes deciden no hacerlo.
Es sabido que la elaboración de encuestas y su publicación, aunque se haga con la mejor de las intenciones posibles, genera efectos en la ciudadanía. No es cuestión de buscar manipular, es que la investigación de lo social también transforma lo social. Uno de esos efectos, el más visible, es la creación de un estado de ánimo en relación a quién va a ganar y quién va a perder. Más allá de que las predicciones acierten o no, es necesario ser consciente de que ese estado de ánimo tiene efectos sobre el conjunto del electorado, por lo que conviene recordar que hasta que las urnas no se abran no tendremos certeza alguna de lo que los españoles desean.
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