La izquierda ha conseguido su objetivo de impedir un gobierno de la ultraderecha, algo que el 29 de mayo, cuando Pedro Sanchez convocó las elecciones, nadie preveía. La fortuna sonríe a las audaces, y el envite que supuso el adelanto electoral ha demostrado ser una jugada hábil. El PSOE, respecto a 2019, ha subido 900.000 votos, casi 4 puntos y 2 diputados.
La derecha ha acabado jugando contra sus expectativas. Aupados por el viento de cola del resultado de las municipales y el lógico subidón posterior en su moral, generaron una corriente de opinión basada en una victoria definitiva que ha estado muy lejos del resultado en las urnas. Por ello, un crecimiento de tres millones de votos, 11 puntos y 47 escaños acaba siendo una derrota. El descenso de Vox, que pierde 650.000 votos y 19 escaños, era algo que se preveía haciendo el seguimiento de sus resultados desde las autonómicas de Castilla y León en 2021; poca sorpresa. Sea porque se ha hecho evidente lo que suponen las políticas que la derecha empieza a poner en marcha junto a la ultraderecha en autonomías y ayuntamientos, por una confianza demasiado temeraria de los conservadores, por los errores cometidos por Feijóo en su campaña, o por una mezcla de todos estos factores el adelanto electoral ha conseguido cambiar una tendencia que parecía imparable.
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