La recién iniciada campaña de Madrid nace con un destino ciertamente fatal: convertirse en la clara aplicación del paradigma trumpista a la contienda electoral,trumpista un estilo ultra y demoledor que lleva gestándose en España desde que los conservadores decidieron calificar al primer Gobierno de Pedro Sánchez como «ilegítimo».
La primera característica de la campaña trumpista es que es permanente. Ayuso lleva, desde el mismo día que tomó posesión y formó gobierno con Ciudadanos, amenazando con pulsar el botón de la llamada a las urnas, por lo que tanto lo hecho como lo obviado han tenido un claro componente electoral. Los conservadores se preparaban para una campaña en el momento que ellos mismo decidieran. En ese escenario, la dinámica de competición impide la de la colaboración, que es el requisito imprescindible para cualquier gestión razonable.
Otro rasgo de este tipo de campañas es que el marco lo impone el candidato cuyas formas y mensajes sean más efectistas, exabruptas y contundentes. Alérgicos a los matices, a la definición precisa, ni a nada que se parezca al rigor, los candidatos trumpistas ganan por goleada en el terreno de los eslóganes, lemas de campañas y tweets, que explotan hasta la saciedad. Del «American first» de Trump, al «Comunismo o Libertad» de Ayuso, pasando por el #SoloQuedaVox, se manejan con fruición en los tiempos de turbopolítica a golpe de tuit. Es realmente complicado para el resto escapar a ese agujero negro que engulle cualquier cosa que se parezca a un debate y una argumentación.
La verdad no cotiza en el paradigma trumpista de campaña electoraltrumpista. Ayuso se aferra con ahínco a una promesa de rebaja de impuestos que lleva haciendo desde hace dos años, pero que no ha sido capaz de cumplir. No sólo eso, sino que al incorporar hábilmente el tema en campaña ha conseguido incluso que el PSOE de Gabilondo se apunte a la propuesta de no subir impuestos, incapaz de argumentar su función de cohesión social, de seguridad y de mínima equidad. Algo parecido ha ocurrido con las propuestas para que las grandes empresas adquieran vacunas para sus empleados, o la insistencia de Ayuso en que el Gobierno central no envía a Madrid suficientes viales. Da lo mismo que voces autorizadas e independientes adviertan que ir en estos momentos al mercado de las vacunas es muy complicado por no decir imposible, o que la distribución de dosis se está haciendo en Europa y España de manera estrictamente proporcional a la población de cada país o región. Lo cierto, lo viable, lo posible, no encaja en este formato de campaña. Incluso la legalidad pasa a un segundo plano, como se ha podido ver en el culebrón sobre la… Seguir leyendo en infolibre.es