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Cuanta más sangre cae, más ovación

Artículo de opión de Cristina Monje en Infolibre

«Cuanta más sangre cae, más ovación». Este verso de La fiesta nacional de Mecano describe muy bien la actualidad política española. En la sociedad del espectáculo que analizó Debord en el año 67, el espacio público era de quien consiguiera atraer la atención de la ciudadanía. Hoy, mientras recibimos cada día decenas de miles de impactos comunicativos, la competición se ha recrudecido, y en el mismo escenario, con similares formas, juegan el frívolo cotilleo del papel couché y la política, el famoseo banal y los grandes golpes de efecto electoral. Nada queda al margen. La política, tampoco. El gran experto en la materia, Boris Izaguirre, se ha dado cuenta y lo resume así de bien en este artículo: «Los nuevos famosos y los nuevos contenidos son los políticos». Ahí es nada.

Puestos a jugar al espectáculo, es necesario entender sus reglas. Pudiera pensarse que están basadas en la frivolidad, instantes de gloria y fugacidad, pero nada más lejos. Al igual que un personaje de la prensa rosa va adquiriendo unos perfiles que arrastrará para bien o para mal cuanto dure su reinado, los liderazgos políticos y sus discursos, una vez que salen a escena, comienzan a rodar. Si consiguen alcanzar la masa crítica necesaria, ya no habrá marcha atrás. La democracia de audiencia de Manin, en la que el político se relaciona directamente con la ciudadanía a través no del partido, —cuya acta de defunción llevamos firmando un tiempo–, sino de los medios y redes, encaja muy bien en este marco.

Hace años que se comprueba en Cataluña. Cuando independentistas y quienes no lo son azuzaban el conflicto con discursos extremos hasta llevarlo a un callejón sin salida, estaban cerrando las puertas a una solución del problema a medio plazo. En los gritos de «butifler» que le lanzaron a Rufián en una de las noches de incidentes más duras en Barcelona tras la sentencia del procés, quedó claro que sería muy difícil que nadie pudiera moverse de la posición. Esta misma lógica operó después en el Gobierno catalán y sigue manifestándose en las dificultades que ERC y Junts tienen para formar un nuevo Ejecutivo conjunto, con las CUP concediendo certificados de pureza soberanista. Tras haber azuzado y extremado el espectáculo independentista durante años, ¿quién es capaz ahora de reconocer que todo fue un sueño y que es preciso usar el diálogo, volver a la casilla de salida y establecer un nuevo ámbito de debate y una nueva formulación democrática para salir de la trampa?.

También Podemos está siendo víctima de sus proclamas hiperbólicas. Conforme ha ido alcanzando mayores cotas de poder y responsabilidad institucional, ha empeorado sus resultados, entre otras cosas —y no sólo por eso, pero también por eso— por no ser capaz de modular el discurso a la realidad compleja, poliédrica y contradictoria de la gestión. Iglesias lo sabe, y esta certeza no es ajena a su sorprendente decisión de abandonar la Vicepresidencia del Gobierno de España para salvar a la izquierda en la Comunidad de Madrid. Sabe que desde el partido le será más fácil retomar ese espíritu del 15M que muchos le acusan de haber perdido por el camino. No es casualidad que la de la vivienda, razón de ser de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que jugó un papel crucial en el estallido de la indignación, haya sido la primera bandera que… Seguir leyendo en infolibre.es

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