En el siglo XXI los felices años 20 duran dos meses. Exhaustos por una pandemia que no sabemos si dar por terminada, nos asomamos —eso sí, tras las ansiadas vacaciones— a una crisis energética y económica que vuelve a infundir temor. No faltan motivos.
En los grandes centros de poder han de hacerse una pregunta: ¿Me conformo con gestionar la crisis o me atrevo a liderarla? Gestionar la crisis supone reaccionar a lo que viene y tomar sobre la marcha medidas destinadas a intentar paliar los efectos. No es poca cosa, teniendo en cuenta la dimensión del desafío. Pero hay otra opción, solo apta para muy valientes, que consiste en no conformarse con gestionar la crisis, sino apostar por liderarla. Es decir, anticiparse, tener previstos todos los escenarios con sus posibles planes de contingencia, y erigirse en motor de acuerdos lo más amplios posible para subir a todos al mismo barco. Quien se quede fuera, habrá de asumir el coste que ello le puede suponer…
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