Un Primero de Mayo un tanto especial, en vísperas de elecciones autonómicas y municipales. Un Primero de Mayo tras una pandemia, en medio de una guerra y una fuerte incertidumbre económica. Un Primero de Mayo con cifras de empleo récord, con un cambio de tendencia donde crecen los contratos indefinidos y con índices de desigualdad anteriores a la crisis de 2008, según este informe de EAPN. Podría parecer que no hay motivos para la movilización en este día de la clase trabajadora, y que bastaría con mantener el rumbo sosteniendo el escudo social y actuando en el mismo sentido en un contexto de crisis. Sin embargo no es así.
Y no lo es sólo porque sigan existiendo personas en situación de exclusión, trabajadores y trabajadoras pobres, y una enorme desigualdad. Va mucho más allá: estamos asistiendo en directo a la renovación del contrato social que organizó nuestras sociedades tras la Segunda Guerra Mundial, que se agrietó en los años 70 al infiltrarse en su seno el neoliberalismo y que hoy abre una nueva etapa ante la evidencia de la incapacidad de la doctrina neoliberal para hacer frente a los desafíos del momento.
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