Las evidencias científicas han hecho retroceder a los que rechazan la crisis climática. Ya no niegan que exista, sino que sea tan urgente frenarla. Hay incluso universidades que, financiadas por industrias tóxicas, contribuyen a ese discurso
El 8 de abril de 2021, José Francisco Contreras Peláez, diputado de Vox, tomó la palabra durante una sesión de la Comisión de Transición Ecológica y Reto Demográfico del Congreso de los Diputados. Portavoz del partido de extrema derecha en esa comisión con competencia legislativa plena, Contreras iba a explicar por qué Vox era la única formación que había presentado una enmienda a la totalidad de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, aprobada poco después.
Con voz grave y cadencia pausada, Contreras dijo que “la idea de la emergencia climática” era una “paranoia en la que ha caído gran parte de la sociedad occidental y sin ningún fundamento científico”. No negó la existencia del calentamiento global, pero sí que éste fuera una cuestión urgente, lo que constituye una premisa contraria al consenso científico y ciudadano. Entonces Contreras hilvanó un discurso que sintetiza las principales estrategias argumentales de quienes buscan obstruir la transición energética.
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