Cada perspectiva ideológica tiene temas que abandera, domina y son motivo de orgullo, y otros que resultan más incómodos, generan contradicciones y acaban por obviarse, como si así dejaran de existir. En la izquierda esto ocurre con temas especialmente relevantes: el dinero, el poder, la guerra, las religiones ajenas… Se soslayan así aspectos clave de la vida sin dotarles de una óptica progresista y esos mismos asuntos pasan a convertirse en un terreno de juego donde la derecha alcanza la hegemonía.
Dinero y poder suenan a algo negativo, a lo peor del capitalismo, a la parte oscura de casi todo, y se renuncia -salvo en círculos muy restrictivos- a establecer visiones, criterios o teorías que propongan qué hacer desde ópticas progresistas con estos dos arcanos. ¿Cómo entender y manejar el poder desde una visión de izquierdas? ¿qué hacer, qué funciones dar al dinero, que no resulten vergonzantes? Tan vidriosas pero decisivas cuestiones se abordan, en el mejor de los casos, con buenas dosis de simplismo superficial que las hace inoperantes.
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