Hay que profundizar en la idea de defensa, asumir los costes presentes y futuros y ser conscientes del modelo social por el que se apuesta en este contexto global
La práctica totalidad de la población española nunca ha vivido una guerra. Más aún: en las últimas décadas los asuntos militares habían ido quedando orillados en las preocupaciones sociales y en la conversación pública. El movimiento antimilitarista consiguió —de la mano de José María Aznar, paradójicamente— acabar con el servicio militar obligatorio en el año 2001, avanzando así en una desmilitarización de la sociedad similar a la que se daba en países de nuestro entorno. Quienes tienen menos de 50 años apenas han dedicado lecturas, formación ni debates a la estrategia militar, la tecnología bélica o la economía de guerra. ¡Afortunadamente!
Ahora, la invasión de Ucrania nos sumerge en esa conversación, para la que no estamos preparados, entrenados ni armados. Y lo hace de forma abrupta al proponerse —en cumplimiento de compromisos previos con la OTAN— el aumento del presupuesto en Defensa hasta el 2% del PIB, y con la incertidumbre de qué otras medidas habrá que adoptar si el conflicto se alarga. Sigue leyendo en elpais.com