Lo peor del lío de Twitter no es lo histriónico de Elon Musk, ni el espectáculo en que ha convertido la compra de semejante monstruo endeudado. Ni siquiera la forma, acorde con el personaje: cómo está despidiendo a casi la mitad de la plantilla vía e-mail e inhabilitando sus credenciales en una escena propia de cualquier distopía. Lo peor del lío de Twitter es que Musk ha aparecido de repente en nuestras pantallas vestido de “campeón del diablo” para decirnos: ¿de verdad creísteis que esto era el nuevo espacio público? Y a continuación ha lanzado una carcajada que nos ha dejado atónitos. Si se hace una lectura adecuada, todo esto puede resultar de gran ayuda a las desacreditadas democracias.
En efecto, muchos hemos convertido Twitter en nuestra segunda (o primera) residencia. Usamos la red del pajarito para difundir artículos como este, comentar noticias, compartir trabajos que creemos interesantes y opinar de lo divino y lo humano. Todo esto en el mejor de los casos, claro, que son la mayoría. No faltan tampoco quienes ven en la red un tratamiento psicológico barato para escupir improperios y quedarse tranquilos. En total, casi 350 millones de usuarios activos.
«Lo peor del lío de Twitter es que Musk ha aparecido de repente en nuestras pantallas vestido de “campeón del diablo” para decirnos: ¿de verdad creísteis que esto era el nuevo espacio público?
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