Está de moda la palabra “normalización”. Se alude a ella para hablar de la ultraderecha y de cómo está incorporándose a las instituciones en España o cómo deja de ser vergonzante votar por ella en Francia. Pero tal significado sugiere de inmediato otro enfoque en sentido contrario: el derecho a escandalizarse ante la evidencia de que se ha convertido en normal lo que nunca debiera serlo. Es este último un planteamiento que parece pasado de moda; pero sin su concurso la democracia se debilita, los derechos retroceden y el autoritarismo gana terreno sin apenas oposición.
Se habla de contratos con comisiones millonarias para comprar material sanitario en tiempos de pandemia, y se normaliza que tales comisiones existan y sean habituales, que alguien cobre cantidades desorbitadas por, aparentemente, poner en contacto a vendedor y comprador, y se argumenta que en aquellos momentos todo valía en aras de conseguir pronto el material sanitario, aunque luego fuese defectuoso y apenas sirviera para proteger a sanitarios, funcionarios y ciudadanía en general. Cuando se hacen las preguntas más obvias para intentar esclarecer el asunto no son pocos quienes contestan que no hay de qué sorprenderse, que en aquellos momentos se hizo lo que se pudo y habría que agradecerlo. Si el debate prosigue, no tardan mucho en señalar que todo el mundo lo hizo. Y si no, ahí están las numerosas denuncias que van apareciendo bajo el sólido argumento de “y tú más”. La corrupción queda justificada de facto. El escándalo queda sofocado. Así son las cosas —sobre todo si las hacen aquellos de quienes se es partidario— y no hay más que hablar. Sigue leyendo en infolibre.es