Europa mira a Francia conteniendo el aliento ante lo que puede pasar el próximo domingo, tanto por el resultado en sí, como por las repercusiones que puedan darse en otros países —por ejemplo el nuestro— y lo que tendrá de indicador de un estado de ánimo llamado a transcender en la escena política europea.
Tras el conocido resultado de la primera cita con las urnas, ahora los análisis se centran, como corresponde a un sistema mayoritario a doble vuelta, en ver cómo se reagruparán los electores en torno a cada uno de los candidatos y cuántos optarán por la abstención. Si el único eje que dividiera la sociedad francesa fuera el ideológico, cabría pensar que desde Los Republicanos hacia su izquierda todo iría para Macron, y de ahí a la derecha para Le Pen. Sin embargo, desde la elección de Trump y el Brexit sabemos que las cosas no son tan sencillas y que a ese eje hay que sumarle otros muchos, y en especial uno altamente significativo: el de la indignación con el sistema. En Francia esto se empezó a ver ya en las elecciones de 2017, cuando el PS se vino abajo y fue el preludio del fin de los grandes partidos tradicionales, tal como ha ocurrido esta vez con los republicanos. Sigue leyendo en infolibre.es