Los procesos de movilización social operan en muchas ocasiones como bolas de nieve, que se sabe cuándo empiezan a rodar pendiente abajo pero no se conoce ni cómo ni dónde pueden acabar. Para cuando se quieren detener, hay veces que es demasiado tarde. El propio Procés fue, en buena medida, víctima de esto. Hoy, lo vemos en la ultraderecha.
Las correas de transmisión que en los años 70 se establecían entre sindicatos y partidos hace tiempo que dejaron de ser lo que eran. Ni los sindicatos y los movimientos sociales están ya a la orden de ningún comité central, ni los partidos tienen capacidad suficiente para llamar a rebato. Hace décadas que las cosas comenzaron a ser más complejas, como bien saben los líderes de unas y otras organizaciones. Pensar, por tanto, que un partido puede arengar
Para seguir leyendo en Infolibre