Es habitual que en muchas encuestas, especialmente en los barómetros del CIS, llame la atención la profunda asimetría que existe entre la percepción de cómo afecta algo a la sociedad en general frente a cómo le afecta a uno mismo. Esta vez ha vuelto a ocurrir. Pese a que el 69,6% de los encuestados consideran que la situación económica del país es mala o muy mala, el 63% dice que la suya propia es buena o muy buena. ¿Cómo es posible? Esto mismo se han preguntado muchos sociólogos durante años. Mi colega David Pac lo interpreta así.
Pese a que se pueda considerar un fenómeno extraño, esta asimetría en la percepción es todo un clásico, y no sólo con la economía. Lo hemos visto en otras ocasiones respecto a temas como la inmigración y aparece también cuando se pregunta por las listas de los principales problemas en España versus los principales problemas que nos afectan a cada cual.
Confluyen aquí dos elementos a tener en cuenta. En primer lugar, como recordaba Jesús Ibáñez a menudo, cuando un encuestador nos interroga sentimos que nos están examinando y tendemos a demostrar que sabemos la respuesta. En jerga sociológica se alude a la “deseabilidad social” para explicar que decimos aquello que creemos que se espera de nosotros. Si se ha instalado la idea de que la economía va mal, tenemos que contestar que la situación económica nos preocupa. Si se genera la percepción de que la inmigración genera conflictos, la situamos entre los principales problemas del país.
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