En los últimos días no he parado de hablar y escribir sobre el 15M, a propósito de su décimo aniversario. Al igual que yo, otros colegas politólogos, sociólogas, periodistas, escritores y por supuesto políticos retirados o en activo han producido igualmente multitud de análisis y opiniones –¡incluso novelas!–. Así que cuando me siento a escribir este artículo, que no podría referirse sino a la misma efeméride, tengo por un momento la sensación de que ya no queda apenas nada por decir; nada, al menos, que resulte novedoso. Es justo entonces cuando reparo en que, tras un decenio vivido tan aceleradamente, donde se ha comprobado en carne propia qué cierto es eso de la “turbopolítica”, no solo ha sido posible “fijar” la memoria del 15M y las consecuencias de aquel acontecimiento, sino que ambos aspectos están sometidos a un proceso ininterrumpido de reelaboración y actualización que convierte las manifestaciones y acampadas, las asambleas y manifiestos en una especie de organismo vivo y en perpetua evolución. Todo lo cual ayuda a certificar que, efectivamente, nos encontramos ante un gran acontecimiento. De esos que marcan época. Hoy ya no cabe duda.
Ahora el 15M se contempla como lo que fue, pero también como lo que ha sido en relación con la llamada nueva política. Se suele decir que Podemos no sería lo que es sin el 15M, y es cierto. Ni siquiera Ciudadanos habría llegado donde llegó. Pero hay que añadir: El 15M tampoco sería lo que es hoy sin la irrupción en la arena política de nuevos partidos que dieron una patada al tablero. Porque es en el despliegue de sus consecuencias, múltiples, donde un acontecimiento como este perdura en el tiempo e invita a revisitarlo periódicamente para exprimir bien todas sus derivadas.
En mayo de 2021, el 15M es aún arcilla moldeable porque las ondas que levantó aquel estado de ánimo, aquella reacción ciudadana a los terribles efectos de la gran crisis de 2008, todavía recorren la sociedad española. Por eso no paramos de pensar y repensar no solo en lo que sucedió entonces, sino en sus consecuencias. De tal manera que cuando acabamos de ver la Puerta del Sol repleta de gente que celebraba la “libertad cañera” proclamada por Ayuso, hay que hacer un ejercicio de autocontención para no oponer esa imagen a la del campamento y la gran manifestación que llenó el mismo recinto hace una década.
Es curioso que el éxito electoral de la derecha en Madrid es descrito por los conservadores como una especie de revancha a la vitalidad de las marcas electorales enraizadas en el 15M y que, por un momento, fueron capaces de gobernar ayuntamientos –empezando por el de la capital– tras fracturar el bipartidismo y poner en jaque a las fuerzas que hasta entonces habían sido hegemónicas. Por idéntica regla de tres, en las izquierdas no cesan de producirse retóricos ajustes de cuentas en… Seguir leyendo en infolibre.es