La epistemocracia se basa en la convicción de que los problemas de la democracia son consecuencia de la ignorancia de la ciudadanía o de la incompetencia de los políticos. Pero ¿cuál es el objetivo último de la democracia? En este texto adaptado, el filósofo Daniel Innerarity avanza algunas de las claves de su libro ‘La sociedad del desconocimiento’, que se presentará en enero y en el que reflexiona sobre la verdadera naturaleza de nuestro sistema político.
Además del antagonismo entre derecha e izquierda, existen otros a los que deberíamos prestar más atención. Una de esas grandes confrontaciones es la que enfrenta a los arrogantes contra los crédulos, a quienes confían demasiado en el saber frente a quienes confían demasiado poco en él y se creen cualquier cosa. Una contraposición semejante se establece entre quienes no le ven ningún problema a las nuevas tecnologías y los que les ven demasiados. Cuando la batalla política se lleva a cabo en el territorio del conocimiento, no tiene nada de extraño que aparezca, además de las típicas disputas entre los expertos, un estrafalario rechazo al conocimiento en general, que adopta hoy formas muy diversas de escepticismo y credulidad, como la desinformación, el negacionismo o las teorías conspiratorias.
Todo esto no sucedería si no se hubiera producido un fenómeno de epistemologización de lo político que tiene aspectos muy positivos y otros disfuncionales. En esta que denominamos sociedad del conocimiento, el saber es el principal recurso para la innovación tecnológica y el crecimiento económico, pero también para la política. El cálculo racional, la cuantificación y el saber experto se han convertido en el medio más importante de legitimación. La epistemologización de la política resulta bastante lógica en momentos de especial incertidumbre y cuando hay tanto desprecio a la verdad. Nada parece mejor para combatir nuestro particular desconcierto que entender los conflictos políticos, primaria o exclusivamente, como asuntos epistémicos, es decir, como cuestiones de saber y competencia; dentro de este marco, los problemas de la democracia se interpretan como consecuencia de la ignorancia de la gente o de la incompetencia de los políticos. Sigue leyendo aquí