Las inversiones públicas no deben ir de ninguna manera destinadas al avance de una energía que no aporta nada contra el cambio climático, cuando ya están desarrolladas con éxito las renovables
La energía nuclear no representa ninguna solución realista para hacer frente al cambio climático, ni siquiera en el proceso de transición energética hacia el objetivo emisiones cero a mediados de siglo para cumplir los compromisos internacionales y evitar un cambio climático catastrófico.
En primer lugar, porque lejos de lo que a menudo se dice, la energía nuclear también emite gases de efecto invernadero, especialmente en el proceso de extracción y procesamiento del uranio. Mucho menos que los combustibles fósiles, sí, pero nada desdeñable.
Además, conlleva otros peligros como el riesgo de emisiones radiactivas por fugas y accidentes nucleares, que vienen sucediendo no solo en países de dudosa seguridad, como fue el caso de la planta soviética en Chernóbil (1986), sino también en los tecnológicamente más avanzados. Recordemos los accidentes nucleares en Three Mile Island (Estados Unidos, 1979) o en Fukushima (Japón, 2011), así como muchos otros episodios, incluido el cierre de Vandellós I en España, en 1989, a causa de un incendio, que a punto estuvo de provocar una catástrofe. Demasiados accidentes para unos pocos centenares de plantas nucleares en todo el mundo.
Por si fuera poco, sigue sin estar resuelta —y no parece que tenga solución— la cuestión de los residuos, que seguirán siendo un problema de contaminación radiactiva durante miles de años. ¿Qué derecho tenemos las generaciones presentes a dejar una herencia tan tóxica a las generaciones futuras por utilizar la energía nuclear para generar una electricidad que podemos obtener hoy a través de otros… Seguir leyendo en elpais.com