Es complicado justificar toques de queda sin dotar de más recursos al sistema sanitario o pretender volver a las mascarillas en exteriores mientras no se pone coto a los actos multitudinarios.
Como la azafata del avión a la que miramos de reojo cuando empiezan las turbulencias buscando esa mueca que nos dé idea de la gravedad de la situación, los responsables políticos transmitirán estos días, a través de sus decisiones y no de sus alocuciones, el grado de preocupación que debemos tener. Será lo que hagan, y no lo que digan, lo que contribuirá a agravar o rebajar el desconcierto.
Lo que transmitan deberá ser creíble para una población que vive pendiente de la evolución de la pandemia. Según el Barómetro del CIS de octubre, el 81% de las personas entrevistadas decían creer que lo peor de la pandemia había pasado, mientras que… Seguir leyendo en elpais.com