En momentos de incertidumbre como los que vivimos, sólo falta que se genere sensación de que las élites ocultan algo para que se cree la tormenta perfecta
¿Qué tienen en común el dramático resultado de 20 años de intervención de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán, el “deshielo” con Marruecos tras la ilegal devolución de niños que cruzaron a nado a Ceuta, o el misterioso caso de los repentinos desembalses que han dejado secos pantanos y a pueblos sin agua? Todos ellos crean la sensación de que las élites, y no sólo las políticas, nos ocultan algo.
El recurso a las conspiraciones como búsqueda de explicación ante lo incomprensible ha acompañado a las sociedades desde el principio de los tiempos, pero en los últimos años su expansión, efectos, y cristalización en fenómenos como una parte de los antivacunas, o el voto a conspiranoicos confesos como Trump, ha hecho que se les preste más atención.
Las tentaciones simplistas o la pereza intelectual atribuirán al populismo y, cómo no, a las redes sociales la expansión de estas creencias, pero un análisis más sosegado desvelará, una vez más, que las cosas no son tan sencillas. Como ha ido corroborando el politólogo norteamericano Joseph Uscinski en sus investigaciones, la covid ha creado las condiciones idóneas para la propagación de las teorías de la conspiración: pandemia global, economía en estado de shock, aislamiento social y políticas gubernamentales restrictivas. El contexto perfecto para generar ansiedad, impotencia y estrés, aceleradores de la tendencia, en algunos perfiles psicológicos más que… Seguir leyendo en elpais.com